Dra. Sònia Guil: “Estamos viendo resurgir la terapia génica para combatir el Síndrome de Rett”
Hablamos con la Dra. Sònia Guil, líder del laboratorio de la Cromatina y ARN Regulador del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, que acaba de recibir dos ayudas, una de la Fundación FINRett y otra de la Rett Syndrome Foundation, para financiar sus líneas de investigación sobre el síndrome de Rett, una enfermedad minoritaria grave de origen genético.
Tu laboratorio ha recibido hace poco unas ayudas de la fundación española FINRett y de la International Rett Syndrome Foundation americana para desarrollar nuevas investigaciones sobre el síndrome de Rett. ¿Cómo valoras este apoyo?
Todo el apoyo que recibes para llevar a cabo tu investigación supone una gran alegría, pero le das un valor añadido muy importante cuando viene de una fundación como FINRett, formada por familias de pacientes que durante todo el año organizan acontecimientos para recaudar dinero y sabes el esfuerzo que hay detrás de ello. Lo mismo podemos decir de la Rett Syndrome Foundation americana, en la que la contribución de las familias también es decisiva, a pesar de que en Estados Unidos sabemos que hay una tradición importante de ayudas de filántropos.
Es una apuesta decidida por la investigación, ¿verdad?
Sí, estas ayudas nos ayudarán en aspectos básicos del síndrome de Rett y, a pesar de que tienen una vertiente terapéutica clara, beneficiarán a las pacientes del futuro. Ellos son muy conscientes de esto y por eso, además de una gran alegría, tenemos también una importante responsabilidad, la de estar a la altura de la confianza que ponen en nosotros.
Para poner un poco de contexto, ¿qué nos puedes decir del síndrome de Rett?
Pues que afecta a una de cada 10.000 niñas recién nacidas y que es una enfermedad especialmente cruel, ya que se manifiesta entre el primero y segundo año de vida como una ralentización en el desarrollo y una pérdida progresiva de habilidades de comunicación y motrices, acompañado a menudo de defectos respiratorios y también de epilepsia, sin que haya ninguna evidencia previa.
¿No hay ninguna evidencia previa? Debe ser un momento muy duro para las familias.
Así es, el diagnóstico llega con el inicio de los síntomas, normalmente de la mano de un neuropediatra que pide un test genético. La carencia de señales de alarma durante los primeros meses de vida comporta un gran impacto tanto para ellas como para las familias que las cuidan. A pesar de ser considerada una enfermedad rara, es la segunda causa de retraso mental en niñas después del síndrome de Down.
¿Y cuál es la causa última de la enfermedad?
La causa última es la alteración del gen MECP2, un regulador general de la actividad de multitud de otros genes, especialmente en las neuronas, que impide su correcta maduración. Todavía no conocemos lo suficientemente bien los mecanismos que causan la sintomatología concreta, ya que la acción del MeCP2 es muy amplia, hace muchas cosas, y no las conocemos todas.
Ya sabemos que a menudo las enfermedades o síndromes minoritarios no reciben la atención que se merecen. ¿Nos podrías decir cuál es el estado actual de la investigación del síndrome de Rett?
La investigación para el tratamiento de Rett se está acelerando, pero todavía es una apuesta de futuro y va muy ligada al desarrollo de la terapia génica, puesto que es una enfermedad genética. En modelos de ratones, ya hace años se vio que la reintroducción del gen corregido podría revertir los síntomas, incluso en animales adultos. Por supuesto, esto no implica que también pase en humanos, pero en los últimos años es cierto que se han hecho adelantos importantes en este sentido. Además, hay algunos medicamentos para tratar los síntomas, como las apneas o las epilepsias, pero no hay nada específico.
¡El resurgimiento de la terapia génica, 20 años después!
¡Sí, totalmente! Pero la terapia génica en Rett tiene dos problemas importantes: el primero es que es necesario llegar a las células afectadas. Por eso, hay que desarrollar vehículos eficaces, que puedan llegar al tejido cerebral sin generar tanta toxicidad como los actuales adenovirus modificados. El segundo problema que hay que resolver es cómo controlar la cantidad de MeCP2 una vez reintroducido el gen. Esto es crítico ya que el exceso de proteína produce una enfermedad también bastante grave.
Hay que ir con sumo cuidado, entonces. ¿Cómo lo afrontáis desde tu laboratorio?
Nuestro proyecto busca desarrollar un sistema capaz de limitar la cantidad de proteína activa dentro de la célula, de forma que sea la justa que se necesita. Por eso, utilizaremos la capacidad de MeCP2 para unirse al ARN y moderar su cantidad, de forma natural. Esto sería una buena herramienta para pacientes de Rett, pero no hace falta olvidar que el gen MeCP2 está implicado también en otras enfermedades, como algunos tipos de cáncer.
Sé que poner plazos es siempre bastante complicado pero, ¿crees que estamos a las puertas de ver los primeros tratamientos capaces de limitar los efectos del síndrome de Rett?
Es difícil, y depende mucho de cómo vaya el primer ensayo clínico de terapia génica que empieza justo ahora en Canadá, pero estoy segura de que en pocos años veremos grandes avances. Si este primer ensayo no muestra toxicidad y la terapia llega a las células que tocan del cerebro, ya será una muy buena noticia. A partir de aquí, habrá que mejorar el sistema, y en esto trabajamos múltiples laboratorios del mundo.
Y hay que decir que además de la terapia génica, hay otras aproximaciones que van en paralelo, como la basada en IGF1, que ya están llegando a las pacientes y mejora algunos de los síntomas, ya que ayuda en la maduración de las neuronas.
¿Un último mensaje para las afectadas y sus familias?
Las familias son las primeras que saben que hay que ir con mucha cautela en las expectativas que ponemos en la terapia génica, pero en general las perspectivas son buenas por los esfuerzos crecientes que se están haciendo desde la investigación para conseguir nuevos tratamientos. Están dando el máximo y no se les puede pedir más. Les diría que hace falta que todos juntos hagamos presión a las instituciones para que hagan mucho más con las pacientes de enfermedades raras, especialmente al cubrir las necesidades de su día a día y mejorar su calidad de vida, en paralelo a continuar buscando una cura definitiva.